Historia de la Fábrica de Carretes Sagarra.
Reportaje de nuestro socio-periodista José Luis Lago en la Revista PESCAMAR
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Carretes que marcaron hito y una época en la pesca deportiva.
Cualquier aficionado a la pesca de cierta madurez ha tenido o conoce los irrepetibles carretes Sagarra, fabricados en la localidad barcelonesa de Sitges. La marca no pudo resistir en la década de los 80 y 90 la crisis por la llegada de los carretes asiáticos, más baratos y modernos, pero que no tenían la consistencia de este todo-terreno del sedal. Entrevistamos a Manel Llorens, hijo del fundador y último gestor de la fábrica, que nos cuenta la historia y anécdotas de esta marca creada por su padre: el incansable pescador deportivo Isidre Llorens Sagarra.
Texto: José Luis Lago GarcíaFotografías: Archivo familia Llorens Sagarra / J.L.Lago
Mirando por Internet en distintas páginas y foros de pesca podemos ver como los carretes Sagarra siguen vivos en la memoria de muchos pescadores. Desde aficionados nostálgicos, hasta coleccionistas, este nombre provoca el recuerdo de gratas pescatas, pero sobre todo un compañero infatigable que pocas veces fallaba ante voraces picadas, y que apenas se estropeaba.
Catalogado por los puristas como un carrete algo lento, su pausada recuperación del sedal se compensaba con una gran fuerza; pocos peces podían resistirse a la consistencia de este engranaje cuya manivela acercaba hasta nuestras rocas o arenas las presas más deseadas y voluminosas. Un lujo y poderío que únicamente entonces, igual que ahora, se reserva a los carretes de gama alta y mayor precio.
Además de buenos recuerdos reflejados en comentarios de antiguos usuarios de la marca, todos elogiosos a su buen rendimiento, también hay demasiadas preguntas o confusiones sobre estos carretes, de los que tristemente no se realiza producción de unidades nuevas desde 1995. Es gratificante devolver la memoria histórica para aficionados y lectores de nuestra revista, y conocer con estos artículos más sobre estos carretes que desgraciadamente ya están ausentes en las estanterías de las tiendas de artículos de pesca.
Como colaborador de la revista también estoy en la obligación de hacerlo. Evidentemente, la primera, para satisfacer a miles de aficionados que disfrutarán de saber más sobre esta marca que tan buenos y añejos recuerdos les traen. Pero también moral, ya que tanto mi desaparecido tío Rafael Lago, como su hijo Juan Lago, fueron operarios de la fábrica que se levantó en Sitges, el pueblo que nací.
Sirva estas serie de reportajes que comienzan en este número de sincero homenaje para la familia Llorens Sagarra, que tantas facilidades nos han dado para la realización de este reportaje. Además de su colaboración con nuestra revista, también es de justicia valorar en estas líneas el esfuerzo de la ilusión de una iniciativa que tuvo tanto de empresarial, como de pasión por la pesca deportiva. Un sueño que tristemente no pudo seguir: crear una marca española de reconocido prestigio mundial en nuestro deporte de la pesca.
También, con estos artículos, mandar un recuerdo para las numerosas familias de Sitges que trabajaron en esta empresa, y que con su esfuerzo llevaron el nombre de nuestro pueblo más allá de nuestras fronteras, creando un producto que para muchos fue inigualable por su robustez y mecánica.
Un Sagarra no es para muchos un simple carrete viejo, representa el alma de épocas mejores de pesca, o el recuerdo vivo de sus maestros de lance: sus padres o abuelos ya desaparecidos. No es muy difícil que escuchando el inconfundible sonido del engranaje que se produce al girar la manivela de un Sagarra afloren en nuestra mente recuerdos de jornadas irrepetibles de otros tiempos.
Iniciativa de un pescador deportivo en la mitad de los 40
Nos remontamos a los años 40 del pasado siglo cuando un joven aficionado a la pesca con caña, Isidro Llorens Sagarra, trabajaba como mecánico de un taller de zapatos de su pueblo Sitges. Sitges se localiza a 35 kilómetros al sur de Barcelona, y por aquellos tiempos aún conservaba el aroma de puerto pescador, antes de su despegue como centro turístico internacional. Como era pescador, y mecánico industrial, se le metió en la cabeza el hacer él mismo su propio carrete.
En 1945, en sus tiempos libres en el taller comenzó a diseñar moldes sencillos de fundición para esta idea. Primero ensambló una simbólica tirada de 10 carretes, y para montarlos aprovechaba las máquinas de mantenimiento del taller de zapatos: fresadoras o tornos. Un trabajo que realizaba después de la jornada haciendo “horas extras”, evidentemente sin cobrarlas, para preparar esta simbólica tirada inicial.
Con esta primera muestra se desplazó a una tienda de pesca de Barcelona para que valoraran qué calidad tenían, y si era posible venderlos. La respuesta del comerciante, tras ver aquel buen trabajo artesano fue: “Sr. Llorens, todos los carretes que sea capaz de hacer, se le compraré en el acto, son muy buenos y seguro que se venden...”.
No andaba muy descaminado en este pronóstico el avispado comerciante. Nos ubicamos en una época en las que únicamente se comercializaban los carretes de marca Mitchell y otros conocidos como Centaure, Aimsa, La Dorada poca oferta de mercancía en un tiempo duro de postguerra civil.
Tras el interés mostrado por las tiendas de pesca, poco a poco fue perfeccionando los moldes y comprando alguna maquina nueva para este fin, y herramientas específicas con las que mejorar la calidad y número de unidades, utilizando como espacio de trabajo una pequeña zona de la fábrica de zapatos que era de su hermano.
Sin prisa, pero sin pausa, fue aumentando la producción y eficacia en el armado de los carretes. De los 10 iniciales, fue aumentando la fabricación a 50 unidades, después a 75...únicamente él, sin ayuda de nadie, tardaba en hacer estas pequeñas tiradas aproximadamente unos 3 meses.
Según aumentaban estas remesas, y la eficacia y rapidez del armado, ya empezó a necesitar un ayudante, pero también más maquinaria compleja como nuevos tornos... un proceso lento de ampliación que iba en aumento y donde ya se vislumbraba una vía de negocio propia, alternativa al de seguir siendo empleado en la fábrica de zapatos.
Despegue industrial en la década de los 50
Ya en 1950, y siguiendo creciendo la demanda y eficacia de montaje, lo que comenzó como una iniciativa personal, empezó a tener rango de actividad industrial. Ya necesitó contratar a 5 obreros, que compatibilizaban los carretes con la fabricación de máquinas de picar carne, cuyos engranajes y manivelas, con sus diferencias lógicas de tamaño y forma, no difieren tanto de la mecánica de un carrete de pesca.
En esa década el trabajo se planificaba en series. Por ejemplo, se planteaba una serie de cien carretes, y no se paraba hasta que se acabaran todos, se tardase el tiempo que hiciese falta, no se podía hacer un pronóstico de plazos de entrega.
A partir de 1956 es cuando se puede hablar de un despegue industrial de la marca, y de la consolidación de la empresa como productora de carretes en serie. Ya con 15 empleados, de las series limitadas se pasó a marcar objetivos y plazos concretos, como el fabricar unos 200 carretes semanales. Estos carretes seguían teniendo la competencia de los populares Mitchell y de una marca portuguesa que Manel Llorens no logra recordar (SOFI ó ROCHA seguramente), ya que los Sagarra aún no estaban consolidados como empresa de vanguardia.
El mercado de ventas era prácticamente en nuestro país, no había exportación, y tenían que seguir competiendo con el monstruo mundial que era la marca francesa Mitchell, un pez grande que devoraba al pez chico, que aún era entonces la fábrica Sagarra. Manel Llorens con humildad también destaca la calidad del entonces competidor francés.”La mecánica de la Mitchell era muy buena, comparable a la Sagarra, ambos eran muy buenos, aunque Mitchell era algo más rápido, pero ambos podrían sacar corvinas como las que mi padre pescó en Mauritania y en el antiguo Sahara español, de 40 ó 50 kilogramos”.
Va más allá en su análisis: “Tanto aquellos antiguos Mitchell, como los Sagarra, aguantarían la embestida de picadas de peces de este calibre, un carrete de los de ahora de gama media seguro que se desmonta a la primera huída de un monstruito de estos pesos”.
Por un momento deja su faceta de empresario, describiendo su visión propia basada en la experiencia de toda una vida ejerciendo como pescador deportivo: “En el mar, en la pesca a fondo tampoco tener un carrete muy rápido es una gran ventaja… o desventaja... sacar rápido un plomo no tiene sentido, ni sacar rápido un pescado tampoco, ya que si corres mucho lo puedes perder...lento pero seguro”.
Diferencias técnicas aparte, el hijo de Sagarra recuerda como los carretes Mitchell eran mucho más caros que los suyos, por lo que las ventas de los Sagarra se popularizaron en nuestro país al tener un precio más bajo que los exportados del extranjero. Recordemos que entonces había que pagar aranceles de aduana en las rígidas fronteras.
En los años 60 la familia Sagarra absorbió la última fábrica de carretes de España que seguía existiendo aparte de ellos, de nombre Aimsa y que se ubicaba en Barcelona, aunque esta experiencia no les fue rentable.
En la década de los 70 el prestigio de la marca traspasó nuestras fronteras. Aparte de nuestros países vecinos como Francia o Portugal, donde se generaban importantes ventas, se ampliaron la cobertura de suministro también países sudamericanos, como Colombia, Argentina, Venezuela, Uruguay...lo que dio dimensión internacional a la pequeña factoría de Sitges. La empresa tuvo en esta fase épocas muy buenas, con altos ingresos y una carga de facturación importante por las numerosas ventas, teniendo un número elevado de empleados que recibían buenos sueldos para su tiempo.
En el año 1980 quedó Sagarra como única fábrica de Europa de carretes ya que Mitchell trasladó su producción de Francia a Asia. En esa época también le recomendaron a la familia Sagarra el seguir el ejemplo de la marca gala y realizar el traslado a tierras coreanas o taiwanesas, pero el arraigo familiar de los empleados, hizo que la empresa siguiese apostando por la producción autóctona en Cataluña.
Precisamente en los buenos tiempos, cuando la marca era un negocio viento en popa, recibieron varias ofertas de compra de la marca y la fábrica que la familia rechazó, tanto de inversores españoles como extranjeros. “Nos querían comprar o fusionar cuando la empresa iba bien... claro...ya que cuando cerramos, y no resultaba rentable nadie la quería”. Nos comenta con cierto lamento, mientras describe como la familia, como última dueña, conservaba hasta hace poco aún la titularidad de las patentes.
En el año 1981 su fundador, Isidro Llorens Sagarra, se jubiló y cedió la gestión de la fábrica a su hijo Manel Llorens, que es quien realizamos la entrevista. Precisamente el patriarca fundador murió recientemente, este pasado junio de 2006 con 94 años.
En ese periodo de finales de los 80 la crisis obligó a prejubilar y prescindir de varios trabajadores, del máximo que llegó a tener la factoría en sus mejores tiempos con 49 personas, se redujeron a 38 asalariados en otra fase, y en la última regulación quedaron 21 contratados. La ilusión de los últimos operarios para reflotar la empresa consiguió que, incluso con 17 empleados menos, se aumentase la producción de 2.200 a 2.500 carretes semanales.
A pesar de conseguir esta dimensión, y tener épocas de gran bonanza económica, Manel Llorens, como gestor de la última época, recalca las distintas crisis de la empresa debido sobre todo a la llegada de carretes asiáticos más económicos. “En los años 1970 ya tuvimos la primera crisis, pero no recuperamos bien...en los 80 llegó el segundo palo económico, y en la tercera, a comienzos de los 90 fue la vencida, no aguantamos y nos fuimos al garete, claro”.
Nueva línea de diseño no frena inevitable declive
Precisamente en esta última etapa de los años 90 es cuando se busca un nuevo atractivo de ventas en la renovación visual de los antiguos carretes Sagarra, buscando un diseño nuevo como el adorno con detalles de colores que alegraban la línea, ofreciendo una imagen más moderna. También unas formas más redondeadas y dinámicas propias de una sociedad más evolucionada.
En realidad esta nueva estrategia no era más que una máscara exterior, un disfraz, ya que la mecánica interior del motor de recogida estaba basada en el modelo inicial que diseñó su padre Isidro Llorens en 1945, evidentemente con las mejoras y evoluciones que se le fueron añadiendo a lo largo de las décadas.
UN CAMBIO DE IMAGEN DE LOS CLÁSICOS SAGARRA NO CONSIGUIÓ EVITAR LA CRISIS Y AGONÍA EN LOS AÑOS 90
Sin embargo esta nueva fórmula no resultó. La competencia asiática, con carretes más económicos, costes de fabricación y mano de obra imposibles de competir desde la pequeña factoría catalana, hizo quebrar la empresa, cuyos tornos dejaron de moldear carretes en 1995. Manel Llorens habla también de la traición en aquellos tiempos de los comerciales. “Se tiraron al carrete coreano, de Taiwán, Japonés...claro, como era a mitad de precio, para nosotros era imposible, no podíamos ofrecer esos precios, teníamos que pagar a nuestros empleados vacaciones, Seguridad Social ...allí no tenían todo esto y podían hacer lo que les diera la gana con los derechos laborales, por lo que no éramos competitivos”.
También sus clientes, pescadores con caña como nosotros, influyeron involuntariamente en el declive de la marca en esta fase final. Muchos aficionados a la pesca buscaron durante esta etapa una renovación de su material con la compra de estos modelos asiáticos. Un nuevo tiempo de cambio en la caña por otro producto distinto al carrete de bandera autóctono que presidieron nuestros rompientes durante tantos años. Quizá el hecho que fueran tan resistente, provocó que muchos buscaran otro producto novedoso, ya que el Sagarra seguía funcionando, pero almacenado en el armario, marginado por el ansia consumista de estar a la última con unos modelos distintos.
Un falso concepto de modernidad que muchos pagaron adquiriendo un carrete de poca durabilidad y fragilidad en las gamas medias respecto a estos clásicos Sagarra, que además garantizaba las reparaciones y piezas con servicio técnico propio, ya que los carretes se arreglaban desde la propia fábrica en España. Una atención postventa que ni siquiera tenía fines económicos, se hacía más por mantener satisfechos a los clientes, que por los ingresos económicos que pudiera suponer cada reparación.
¿Y después del cierre qué?
Afortunadamente la familia supo reaccionar al cese de la actividad de los carretes en 1995 y reconvertir su producción a otros sectores como la fabricación de pequeños ejes de precisión para el sector del automóvil, trabajando indirectamente para marcas como BMW, Audi o Porche. Las máquinas que anteriormente modelaban y construían carretes, se adaptaron para la fabricación especializada de estas piezas que requieren unas normas de calidad homologadas internacionalmente.Todo el buen conocimiento tornero e industrial aprendido con los carretes a lo largo de décadas supo aprovecharse para evitar la quiebra de la familia. Pero aunque afortunadamente supieron salir a flote, y resurgir de las cenizas, las deudas contraídas en la época de los carretes fueron un lastre durante una larga temporada para toda la familia.
En nuestro paseo por la actual fábrica Manel Llorens, que actualmente tiene 68 años, me comenta y señala las mismas y numerosas máquinas que anteriormente se utilizaban para los carretes en la pequeña factoría ubicada en el centro del pueblo de Sitges, reconvertidas en la nueva actividad que ahora se ubica en un polígono industrial.
El olor a grasa, el acero en bruto listo para pulirse en barras, o el ruido de engranajes de los tornos de esta nueva actividad, recuerdan en mucho al ambiente de aquella fábrica, ya que guarda grandes similitudes. Manel me describe con sus narración la vieja fábrica, tomando como referencia la actual: “Mira, esta maquina era de allí, esta otra también…” así va señalando varias, una detrás de la otra. En cuanto al ambiente que se respiraba en la factoría de carretes: “Era muy parecida a este lugar, además de todo esto ambiente sonoro y visual, en la de carretes habría que sumar el olor a líquidos de las grandes cubas con químicos para oxidar las piezas, ¡que producían un humo!...hoy día no podríamos hacerlo en el centro del pueblo como entonces por las rígidas normas legislativas”.
El antiguo taller de Sitges se ubicaba muy cerca de la playa, en la calle Sant Antoni, casi pegada a la conocida como “Calle del pecado”, lugar de copas de esta villa famosa también por su concurrido ambiente nocturno. Ahora, de aquella fábrica no existen ni las paredes, ya que su solar se ha transformado en parking de pago al aire libre.
Entramos en un despacho de la actual factoría, en el que me saca fotos de carretes, folletos antiguos, diapositivas con el famoso y mítico modelo “Tarzán”, diplomas que acreditan la pesca de las corvinas de 50 kilogramos de Mauritania...poco más que un armario con algunas carpetas donde quedan los últimos recuerdos de la oficina de la antigua fábrica.
También esperaba que aún conservara algunas docenas de carretes en un almacén. Para mi sorpresa, únicamente tiene dos usados en el taller de la fábrica para reparar de un amigo, y los de sus propias cañas que guarda en un altillo de la fábrica, unos tres o cuatro carretes propios. ¿Y piezas de repuesto? En un rincón se almacenan unos cuantos cajones con manivelas, tuercas, bolas, frenos de hilo...puede que dicho material sea un botín para un mecánico de carretes de una ciudad, pero evidentemente son migajas si tuviesen que cubrir las necesidades de reparación los poseedores de un carrete Sagarra. Dichas piezas quedan únicamente para reparar a amigos de la familia.
Un sueño y pasión que no pudo seguir
Creo que durante mi entrevista con Manel Llorens reflotó en su sentimiento la gesta de una familia enamorada de la pesca que quiso hacer una gran quimera: crear un producto único que desde Sitges llegara a todo el mundo, compitiendo con garra contra históricos colosos del sector. En nuestra conversación, y a través de mis preguntas, reflotaron en él muchos recuerdos, muchas imágenes de golpe, demasiados años de buenos y malos momentos concentrados en una sola tarde.Al final de nuestro diálogo ambos quedamos en reflexión, pensando cómo habría seguido la fábrica Sagarra en la actualidad si todo hubiese salido bien.
De las palabras mantenidas a lo largo de la entrevista, y de la emoción con la que me enseñaba las enormes cañas de casting con las que competía por toda España, me di cuenta que Sagarra era algo más que un negocio: un sentimiento y pasión por la pesca con caña que la nueva faceta empresarial de piezas de calidad para motores de coches nunca aliviará, incluso aunque esta nueva etapa llegara a ser más rentable.
Sagarra fue todo en nuestro litoral ibérico, un nombre, un prestigio, un sueño para todos los pescadores, pero sobre todo una pesadilla para nuestros nadadores que no se podían librar de su recogida, incluso para los peces más depredadores y resistentes.
Lo increíble, y para mi propia sorpresa al concertar previamente nuestro encuentro, es que según el antiguo dueño soy el primer periodista de una revista española de pesca que le solicita una entrevista.
Ver fotos del reportaje aquí
Gracias mis amigos soy cubano y tengo un carrete SAGARRAy es uno muy especial dentro de los otros que tengo mis felicitaciones por tan buen trabajo de fabricar este carrete me a salido muy bueno gracias
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